Las Razones del Mal de Peter Hayes en Frases

Las Razones del Mal de Peter Hayes en Frases

Las Razones del Mal de Peter Hayes en Frases. Extracto escogidos del libro “Las Razones del Mal: ¿Qué fue realmente el Holocausto?” de Peter Hayes. Esta obra examina las complejidades del Holocausto, buscando entender cómo y por qué ocurrió, a pesar de la percepción común de que es “incomprensible.” Hayes aborda cuatro preguntas fundamentales: por qué se persiguió a los judíos, la razón de la implicación alemana, por qué se eligió el asesinato como método y la casi total aniquilación de los judíos europeos. El autor analiza el ascenso del antisemitismo, la indiferencia de la población y las respuestas de los judíos y las potencias extranjeras, refutando mitos sobre la resistencia y la supuesta pasividad de las víctimas, además de criticar el negacionismo del Holocausto.

Sobre la Naturaleza y Comprensión del Holocausto

Los calificativos que con más frecuencia suelen invocarse en relación con el Holocausto son «inconcebible», «incomprensible» o «inexplicable».

Afirmar que uno puede explicar por qué se produjo el Holocausto parece equivaler a normalizarlo, mientras que quien asevera que no puede comprenderlo está haciendo hincapié en la propia inocencia: quien habla no solo se manifiesta incapaz de concebir un horror tal, sino también de hacer realidad nada parecido.

El Holocausto —aunque el trabajo no es fácil— se puede explicar históricamente tanto como cualquier otra experiencia humana.

El Holocausto fue un estallido de primitivismo extraordinario, el producto esperable de una ideología que entendía que toda la vida está gobernada por la ley de la jungla.

Debemos acercarnos a los datos sin horror ni cólera, si esperamos aprender algo de valor, en vez de simplemente confirmar nuestras ideas preconcebidas y nuestra superioridad moral.

Afirmar que el tema es impenetrable es perder la esperanza, abandonar, admitir que somos demasiado perezosos para una labor tan ardua y, lo peor de todo: rendirnos porque dirigir la mirada a este abismo supone todo un desafío para nuestras ilusiones más preciadas sobre nosotros mismos y los demás seres humanos.

Sobre el Antisemitismo: Orígenes, Evolución e Ideología Nazi

El antisemitismo es poner en entredicho, de forma categórica y colectiva, a los judíos, arguyendo que personifican rasgos desagradables o destructivos.

Ser antisemita es creer que los judíos tienen cualidades comunes, repelentes o demoledoras, que los distinguen de los que no son judíos. El origen familiar lo determina todo; la individualidad es una ilusión.

Aunque el odio a los judíos en la cultura occidental se remonta a muchos siglos, no se los ha odiado por igual en todas las épocas ni en todos los lugares; y porque este odio ha mostrado una notable capacidad de metamorfosis.

El Holocausto fue el fruto de un lugar y un tiempo específicos: Europa, en los años posteriores a la revolución industrial y la agitación de la primera guerra mundial y la revolución bolchevique.

La vieja hostilidad contra los judíos y el judaísmo —muy arraigada en la rivalidad religiosa, pero actualizada con la parafernalia de la ciencia moderna— se transformó en la obsesión por eliminar a los judíos de la sociedad civil, como solución mágica de todos los problemas sociales.

El modo xenófobo concibe a los judíos como seres distintos de otros en algunos aspectos observables, y sus adeptos muestran diversos grados de incomodidad ante tales diferencias. El modo quimérico concibe a los judíos como seres peligrosos para los demás, de diversas formas imaginarias, y sus partidarios abogan por actuar en respuesta.

El nuevo modo de hostilidad no se centraba en las creencias o la conducta de los judíos, sino en lo que se suponía que eran de forma intrínseca e inmutable.

Los judíos no se les podía cambiar, solo contenerlos y luego eliminarlos. Este proceso podríamos denominarlo «biologización del antisemitismo».

La ideología nazi era una peligrosa mezcla de autocompasión, derechos (que los propios nazis se arrogaban) y agresividad. También era una forma de pensamiento mágico que prometía poner fin a todo el padecimiento de los alemanes en la posguerra, a los frutos de la derrota y el engaño, por la vía de eliminar a la supuesta causa última de todo ello: los judíos y sus agentes.

Jurar que uno nunca se pondría en el lugar de los que no eran alemanes formaba parte esencial de ser nacionalsocialista.

El gran enemigo de los alemanes era «el judío» (der Jude) y «el judaísmo» (das Judentum), a los que por lo general se aludía así, en singular, para negar cualquier posible diversidad o heterogeneidad de los judíos.

El judío —decía Hitler— busca siempre y en todo caso reducir la fertilidad, la fortaleza militar y la pureza de los alemanes, para debilitarlos de forma que no puedan expulsarlo.

Sobre la Escalada de la Persecución y el Asesinato

Aunque la retórica de los nazis con respecto a los judíos empleó de forma habitual metáforas que eran implícitamente asesinas —al comparar a los judíos con epidemias o enfermedades que era preciso erradicar—, en un principio las medidas oficiales se centraron en el acoso, la intimidación, el aislamiento y la confiscación de propiedades, pero normalmente no se tradujeron en formas de violencia física organizada y general.

Lo que parecía faltar, antes de que la Alemania nazi diera el último y fatídico paso hacia la aniquilación total de la población judía de Europa, eran los medios para hacer realidad ese objetivo.

El régimen nazi necesitaba una manera de matar que no llamara la atención —en el vocabulario de los planificadores de las SS, que fuera geräuschlos, esto es, que no hiciera ruido— y que resultara (de nuevo, en sus propias palabras) más «humana»; pero más humana para los criminales que la perpetraban.

Hitler … les anunció que los judíos tendrían que pagar «con su vida» por la guerra que habían traído a Alemania; más aún, que ya lo estaban haciendo.”

El Holocausto en su conjunto no solo se bastó para financiarse a sí mismo, sino que, al igual que Auschwitz como entidad autónoma, era una empresa lucrativa.

La tragedia del período 1939-1945 es que el destino de los judíos de Europa fue siempre una cuestión secundaria para todo el mundo, salvo para los propios implicados y para el régimen que ansiaba aniquilarlos.

Sobre el Comportamiento Humano: Verdugos, Colaboradores e Indiferencia

La mayoría de los alemanes no judíos consideraba que el destino de los judíos era secundario, en comparación con sus propias dificultades.

La indiferencia y el egoísmo crearon oportunidades para que los nazis cambiaran el comportamiento de la gente con una combinación del palo y la zanahoria: recompensas para los que respaldaban la ideología del nuevo régimen y castigos para los que no.

El régimen nazi no tardó en hacerse con el monopolio del discurso político y cambió la valencia moral del odio, de negativa a positiva. Antes de 1933, en muchos ámbitos se consideraba que el antisemitismo era vergonzoso e impropio de gente educada; después se identificó, en todos los ámbitos, con el patriotismo.

A la inversa, expresar simpatía por los judíos había pasado a ser un acto antipatriótico que podía atraer sobre uno sospechas, si no una condena.

la vara de medir de la moralidad pasaba sin cesar de los principios éticos generales (como por ejemplo la «Ley de oro de la reciprocidad») a las cuestiones específicas de si tal acción iba en beneficio de Alemania o no.

El Tercer Reich redefinió la moralidad y convirtió en virtudes la humillación, la persecución y el asesinato.

Los alemanes corrientes podían hacer realidad voluntariamente, y en efecto así lo hicieron, la persecución nazi; en muchos casos llegaron incluso a ser auténticos ejecutores voluntarios.

Sobre los Mitos y Legados del Holocausto

Muchos se han concebido para consolarnos con la idea de que la historia podría haber sido muy distinta si determinada persona o entidad hubiera actuado con más coraje o sabiduría; otros pretenden culpar de nuevo a determinados «malos».

Una mayor resistencia de los judíos, activa o pasiva, habría podido reducir considerablemente la cifra de muertos. La afirmación no es realista.

La leyenda de que los perpetradores no recibieron castigo es tan pertinaz que parece cegar a cuantos la refieren, incluso de cara a sus propios datos.

La eugenesia … era, de hecho, una antítesis de la modernidad. Consistía en aplicar a la sociedad humana los métodos de la cría animal.

El racismo nazi arraigaba antes que nada en el mundo agrícola, no el industrial, y en una interpretación de la genética próxima a la de los tiempos medievales o premodernos.

El mayor mito sobre el Holocausto es otro del que Las razones del mal no se ha ocupado aún: la afirmación de que nunca sucedió.

Debatir con quien da crédito a este absurdo resulta inútil, porque la verdadera fuente de sus creencias no son pruebas ni razonamientos, sino fantasías circulares e incorregibles sobre la malevolencia y el poder de los judíos.

Sobre las Lecciones del Holocausto

El Holocausto se diferencia de otros genocidios del siglo XX por la clase de lugar en que ocurrió (un país avanzado y en apariencia civilizado) y la causa que lo impulsó (la raza, que es el asunto más candente de nuestro propio tiempo, no solo en un país políglota como Estados Unidos, sino en general en un mundo que se está globalizando).

Es un precedente letal —a fin de cuentas, todo lo que ha sucedido una vez puede volver a suceder—, por lo que debemos aprender todo lo posible al respecto para ser eficaces a la hora de impedir que ocurra de nuevo.

Para impedir otros Holocaustos, por lo tanto, no basta con combatir el antisemitismo; también se debe luchar en defensa de estos valores más generales, y no solo en nuestro propio país.

El antisemitismo, recuérdese, asciende y decae en relación inversa con la evolución del mercado de valores.

La existencia de un estado judío, en particular si los segmentos más aislados de la población interpretan papeles cada vez más decisivos, representa un peligro para los judíos de otros lugares, y no solo un beneficio.

Si la enseñanza del Holocausto tiene algún valor profiláctico, probablemente radica en que modera los impulsos de atacar a los judíos y multiplica el número de anti-antisemitas.

La historia del Holocausto sugiere que las minorías están en peligro cuando dependen en demasía de terceros —dado que estos podrían guiarse por el propio interés—, pero a la vez que aislarse de los demás también comporta sus riesgos, quizá no inferiores. Los grupos, como las personas, no pueden aspirar a realizar sus fines en solitario; necesitan amigos.”

La capa de la civilización es fina; el imperio de la ley es frágil; una y otro exigen, como condición previa, la tranquilidad política y económica.

Nuestra primera responsabilidad como ciudadanos —sea cual sea nuestra posición en la sociedad— es no hacer daño.

No hacer nada puede suponer hacer mucho daño.

Es necesario plantar cara a los defensores de la categorización y las conspiraciones; que no podemos volver la cara, o hacer oídos sordos, ante la difamación. Es inaceptable que se tracen diferencias entre los ciudadanos, en lo que atañe a los derechos humanos fundamentales; no vale entrar en sutilezas sobre para quién son válidos y para quién no. En realidad son los derechos de las personas a las que tememos o que nos desagradan, porque son ellos quienes los necesitan.

Para enfrentarse al mal también son indispensables el ingenio, la astucia, la agudeza de juicio, la persistencia y la creatividad.

El pensamiento antinómico —la idea de que las restricciones morales no se nos aplican porque nuestras metas se caracterizan por su especial nobleza o necesidad— es la tentación fatal que los nazis brindaron con la nefasta voluntad de presentar sus acciones como racionales.

El Holocausto no fue misterioso e inescrutable; fue la obra de personas que se movían por motivos y debilidades habituales entre los seres humanos: orgullo herido, miedo, fariseísmo, prejuicios y ambición personal, por mencionar solo algunos de los más obvios.

Wehret den Anfängen («¡No lo dejéis crecer!»)

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