Frases sobre El Gran Muftí de de Jerusalén, del libro “Génesis. El nacimiento del moderno Israel” de Dan Kurzman.
El antiguo Gran Muftí, o dirigente religioso, de Jerusalén, Hadj Amin Husseini, que mandaba sobre los árabes palestinos. Vivía exiliado en el Líbano, fuera del alcance de las redes inglesas, ya que Gran Bretaña le había acusado de asesinato y de actividades pronazis entiempo de guerra.
El Muftí, nacido en 1893, ya desde temprana edad, decidió convertir en poder político esta distinción social. Pero su sueño se hallaba enraizado en algo más que la mera ambición personal. Estaba resuelto a preservar las tradiciones musulmanas en una sociedad palestina que se iba doblegando gradualmente ante los vientos de la occidentalización. Y la mayor amenaza provenía de los judíos, que empezaban a inmigrar desde Europa en pequeñas, pero crecientes cantidades. Consideraba que la juventud árabe en particular estaba siendo moralmente destrozada. Su generación era la primera que ya no vivía en el desierto. Ahora, de pronto, la ciudad brotaba de la tierra, con todas sus vanidades y distracciones, y las muchachas judías caminaban por las calles con pantalones cortos, seduciendo desvergonzadamente a jóvenes que no se hallaban preparados para distinguir el bien del mal. Ni siquiera el propio Hadj Amin había quedado inmune. De joven, compuso una lucida figura, con su perfume, sus joyas y un llamativo traje occidental.
Se sabía que el Muftí planeaba establecer en Safed su cuartel general para la conquista de la Palestina judía.
Gran Bretaña le había acusado de asesinato y de actividades pronazis en tiempo de guerra.
En algunos casos, el Muftí sugería a los Gobiernos pronazis la forma de tratar con los judíos, si el problema se reducía a trasladarlos de un país determinado.
En 1929, provocó sangrientos disturbios antijudíos por todo el país.
En 1936, encendió la revuelta árabe a gran escala contra los británicos y sus «protegidos judíos», exigiendo que Londres pusiera fin a la inmigración judía, que la política de Hitler estimulaba; aunque, irónicamente, en este esfuerzo, sus combatientes mataron más enemigos árabes que judíos. Al año siguiente, se vio obligado de nuevo a huir de Palestina, pero ya había quedado claro ante el mundo que la mayoría de los árabes palestinos jamás aceptarían el sionismo, ni a ningún otro líder que no fuese el Muftí.
Durante la guerra, los nazis no sólo suministraron al Muftí nutridos fondos para proseguir sus actividades de propaganda, sino que atendieron también muchas de sus peticiones, en particular sus quejas sobre los tratos para la emigración de algunos judíos a Palestina desde el territorio nazi.
Para el Muftí y sus seguidores todo árabe que mantuviera amistad —o estuviese casado— con un judío era sospechoso de traición.
Génesis. El nacimiento del moderno Israel (Dan Kurzman)


