7 de octubre, nunca olvidaremos

7 de octubre, nunca olvidaremos

Han pasado dos años desde aquel 7 de octubre en que Hamas, con la brutalidad de un grupo terrorista y genocida —como se proclama en sus propios términos— desató una masacre que destrozó familias y esperanzas de paz. Dos años después, la herida sigue abierta y la memoria sangra porque lo que se quebró también fue la claridad moral.

Lo insoportable no son solo los asesinados y hogares arrasados, sino la perversión del relato. El verdugo disfrazado de víctima, el asesino elevado a héroe y los secuestrados convertidos en sombras ignoradas. Esa inversión de roles borra responsabilidades y relativiza el crimen.

Hoy, como si la historia se escribiera al revés, se plantea premiar ese horror con reconocimiento estatal. Convertir en “Estado” a quienes cometieron la barbarie abre la puerta a financiamiento, legitimidad diplomática y fuerzas armadas regulares bajo la cobertura de la soberanía. Así, lo que era un grupo armado multiplicaría su poder.

Peor aún, el ataque no fue un error táctico, sino parte de una yihad declarada contra “la ocupación”. Dar estatus estatal sin exigir desarme ni justicia pone a disposición recursos y medios que fortalecen a quienes ya demostraron su letalidad.

Reconocer sin condiciones equivale a premiar la barbarie y condenar a las víctimas al olvido, además de exponer al mundo a que haya más tragedias. Llorar ese día es un acto de resistencia moral. Nombrar el horror, exigir cuentas y recordar que la paz nunca será real mientras se premie la violencia con legitimidad.

El verdadero homenaje a las víctimas es impedir que los verdugos reciban licencia para continuar la cadena de destrucción. Esa es la línea que no podemos ni debemos cruzar.

Imágenes extraídas de : israelenespanol

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