Frankl sostiene que el hombre es un ser libre, cuya motivación primaria no es el instinto de placer (Freud), ni el afán de poder (Adler), sino la voluntad de encontrar un sentido a la vida.
[U]n compromiso noble o un ideal sano son capaces de orientar toda la existencia; en cambio, mirarse a uno mismo neurotiza.
La logoterapia consiste en tejer esas tenues hebras de vidas rotas en una trama firme, coherente, significativa y responsable.
[L]a desnudez de todos se le hizo patente: nada tenían ya, salvo sus propios cuerpos, incluso sin pelo. «Literalmente hablando—pensó el psiquiatra—, lo único que poseemos es nuestra existencia desnuda. Solo eso nos queda de nuestra existencia anterior».
—Por primera vez en mi vida estoy comprendiendo la verdad proclamada en las canciones de tantos poetas y en la sabiduría de tantos pensadores: que el amor es la meta última a la que puede aspirar el hombre. Es ahora cuando entiendo el mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y la fe del hombre nos intentan comunicar: que la salvación de la persona está en el amor.
—Ahora estoy entendiendo—prosiguió—cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad si contempla al ser querido.
—Que Tilly esté o no presente deja, de algún modo, de ser importante. No sé si mi mujer está viva, ni poseo medio de averiguarlo, porque no tenemos ningún contacto con el exterior. Pero ya ha dejado de importarme, no necesito saberlo, porque nada puede alterar la fuerza de mi amor, ni la imagen de mi amada. Lo dice el Cantar de los Cantares: «Ponme como sello sobre tu corazón… pues fuerte es el amor como la muerte».
hasta el hombre más pobre y sencillo reconoce que el amor verdadero busca siempre lo que hay de único e irrepetible en la persona y en la esposa que él ama.
su amor, si es verdadero, no tiene en cuenta solo esas cualidades físicas o psíquicas; no mira solo lo que el ser amado «tiene», sino lo que el ser amado «es», como algo único en el mundo, insustituible por un «doble».
Por eso el amor no hace al hombre ciego, como a veces se dice: al contrario, le abre los ojos para percibir la personalidad espiritual de quien se ama y todos sus valores[ 17]. Lo que realmente ciega al hombre son las pasiones, señor Herzog.
—Tenía yo catorce o quince años cuando descubrí que la mejor definición de Dios es, quizá, la de ser el interlocutor de nuestros diálogos más íntimos—al subrayar estas palabras, en el rostro de Viktor se dibujó una sonrisa—. Esto significa que lo que uno piensa en su soledad, y en la máxima sinceridad consigo mismo, se lo está diciendo a Dios.
—No has respondido a mi pregunta, Viktor—insistió el cirujano—. ¿Cómo es posible que Dios permita tanto sufrimiento en Auschwitz?—Porque el sufrimiento tiene un sentido, David. Un sentido que muchas veces solo Dios conoce. Habrás visto que muchos colegas nuestros, médicos veterinarios, realizan operaciones quirúrgicas para curar perros o caballos; y estos animales sufren sin saber cuál es realmente el sentido de su dolor: ordinariamente, eso solo lo sabe el veterinario.
Wittgenstein dice que «creer en Dios es ver que la vida tiene un sentido».
Rezad por mí para que muera sin el menor asomo de odio: para que perdone de corazón. Porque a los hombres hay que perdonarlos.
«¿ Quién es, pues, el hombre?—Viktor prosiguió su discurso—. Es un ser que siempre decide lo que es. El hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o la Shema Yisrael en sus labios
sostener que el hombre no es «nada más que» instintos es una simplificación, un pobre reduccionismo. Porque el corazón de la persona es algo espiritual. Por eso, la Biblia se refiere a la persona espiritual cuando habla del «corazón»: dice que el hombre debe «amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas».
—Nunca se puede demostrar la existencia de Dios—replicó Kurt.—¿ Nunca? Aparte de las vías racionales para demostrar su existencia, hay otros caminos: las vías afectivas. Hay una nostalgia tan honda en el fondo de nuestro ser, que solo puede referirse a Dios. Esa nostalgia y ese anhelo del corazón tienen una gran importancia antropológica. La sed demuestra la existencia del agua; la sed de Dios demuestra también que Él existe.
—Al igual que el anhelo del corazón, el amor puede marcar un camino hacia Dios: amo, ergo es. Te amo, luego existes. Esta tesis no posee menor fuerza que la de Descartes, cogito, ergo sum: pienso, luego existo. Si para el filósofo francés, el hecho de «pensar» demuestra que yo existo, para mí, el hecho de «amar» demuestra que la persona amada existe y, por supuesto, también ese Dios a quien yo amo. Es obvio que el amor tiene esa capacidad de «salir» desde la persona hacia la realidad exterior
Qué curioso!, pensó. En su cumpleaños yo deseé algo para mí, y no para ella. Y lo que deseé fue que se mantuviese fiel, no a mí, sino a ella misma
—Un poeta ha escrito: «Ningún poder de la tierra podrá arrancarte lo que has vivido». Y tiene toda la razón—subrayó Viktor—. Nada de lo que hemos vivido en el pasado se ha perdido. Al contrario, está guardado ahí para siempre. No solo nuestras experiencias, sino cualquier hecho, cualquier pensamiento, incluso todo lo que hemos sufrido: nosotros lo hemos hecho ser, y haber sido es también una forma de ser y quizá la más segura.
en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Es la vida quien nos pregunta a nosotros, y no nosotros a la vida. Y nuestra respuesta consiste en asumir la responsabilidad personal y en cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo.
«Desde mi estrecha prisión llamé a mi Señor, y Él me respondió desde el espacio en libertad». Nunca supo cuánto tiempo permaneció allí, de rodillas, repitiendo una y otra vez su jaculatoria. Pero siempre supo que aquel día, en aquel momento, su vida empezó de nuevo
Extraído de: Ríos, R. d. l. (2025). Cuando el mundo gira enamorado. Semblanza de Viktor Frankl (Rafael de los Ríos) [Kindle iOS version]