Frases de Viktor Frankl sobre el sufrimiento

Frases de Viktor Frankl sobre el sufrimiento

Frases de Viktor Frankl sobre el sufrimiento extraídas del libro “A Pesar de Todo, decir sí a la vida”. Frankl, desde el horror de los campos de concentración, nos enseña que el dolor no tiene la última palabra. Sus frases, talladas en la adversidad, revelan un secreto eterno: incluso en la oscuridad, podemos elegir el sentido, la esperanza y la grandeza interior.

Existe una diferencia esencial entre aquello que el ser humano vivencia en el campo de batalla y aquello otro que el ser humano experimenta en un campo de concentración: en el campo de batalla se enfrenta a la nada, aunque ve a la cara a la muerte amenazadora; sin embargo, en el campo éramos nosotros la nada misma, ya éramos muertos en vida. Nosotros no valíamos absolutamente nada, no solamente veíamos la nada, nosotros mismos éramos la nada. Nuestra vida no valía nada en absoluto, como tampoco valía nada en absoluto nuestra muerte.

Incluso en el caso de la enfermedad incurable, nadie tiene derecho a quitar de en medio a una persona viva por considerarla «vida indigna de valor».

Una cosa sí sabemos, sin embargo: si el ser humano se decide por la fe en un último sentido, en el suprasentido del ser, entonces esa fe se expandirá creativamente, como le es propio a la fe. Pues la fe no es simplemente fe en «su» verdad, es más, mucho más: ¡ella convierte en verdadero aquello en lo que se cree!

¡Y desde luego en el campo -de concentración- también seguía existiendo un posible actuar «de esta manera o de la otra»!

Hubo también seres humanos en el campo que, desde luego, superaron ejemplarmente su apatía y que también pudieron frenar su excitabilidad y que, no en último lugar, para patentizar ese poder suyo tuvieron que mostrar ese su poder-ser-también-de-otro-modo, y no tan sólo el supuesto tener-que-ser-así!

La fuerza interior, la auténtica libertad humana no se le podía arrebatar al prisionero, aun cuando se le pudiera quitar absolutamente todo lo demás, como de hecho también ocurrió; pero esa fuerza interior, esa auténtica libertad humana seguía poseyéndolo incluso cuando le rompían las gafas –que hubieran podido permitirle seguir usando– aplastándoselas con un puñetazo en su rostro, e incluso cuando un día se vio forzado a intercambiar su cinturón por un pedazo de pan, de tal modo que finalmente ya no le quedó absolutamente nada de sus anteriores pertenencias: ¡a pesar de todo, esa libertad permaneció en él, y permaneció en él hasta su último aliento!

Aunque el ser humano sucumbió en el campo de concentración a la legalidad imperante, con aquella pretendida omnipotencia que amenazaba con troquelar el carácter del preso en el sentido del «típico preso del campo», pese a todo ello mantuvo también allí la libertad para resistir al influjo del entorno y para no sucumbir, antes al contrario para resistirse a aquella «legalidad», para contrariar a aquellas leyes en lugar de permanecer ciego y obediente a ellas.

El abandonarse por desfallecimiento espiritual, especialmente por una pérdida de entereza en lo relativo al futuro, conduce también a un decaimiento corporal.

El alma humana, desde cierto punto de vista, parece comportarse como una bóveda: como una bóveda, precisamente, que, habiendo llegado a estar a punto de caer, es apuntalada aumentando la carga sobre ella.

El alma del ser humano, al menos en cierto grado y dentro de ciertos límites, parece más bien fortalecerse sobre todo cuando experimenta una «carga».

Nos preguntamos si el sufrimiento de uno puede medirse, pesarse y compararse con el sufrimiento de otro, ¡por mi parte tengo que decir que el sufrimiento del ser humano resulta inconmensurable!

Ningún sufrimiento humano se deja comparar con ningún otro, pues a la esencia del sufrimiento le corresponde precisamente el estar ante el sufrimiento de un ser humano y que la «magnitud» de su sufrimiento sólo puede medirla el sufriente, es decir, el ser humano, y que tan único e irrepetible como cada ser humano en particular es también el propio sufrimiento en cuanto atinente a cada ser humano único.

Frankl, V.E. (2016) A Pesar de Todo, decir sí a la vida. Barcelona: Plataforma Editorial SL.

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